viernes, 2 de abril de 2010

UROS eL PUEBLO DEL LAGO













LOS UROS



El Pueblo del Lago


Los individuos que componen esta comunidad flotante afirman ser los dueños de las aguas del Titicaca.
A seis kilómetros del puerto lacustre de Puno se encuentra un sorprendente archipiélago de 40 islas de totora (especie de junco que crece en los terrenos pantanosos de América del Sur), habitadas por los Uros, descendientes directos de una de las culturas más antiguas del continente. Los hombres de esta comunidad flotante afirman ser los dueños de las aguas del lago Titicaca.
Quiso censurar el frío con una manta roñosa y raída, pero su intento fue en vano, porque en su mundo flotante, en su mundo casi a la deriva, es imposible cercenar esa helada libertad.
El viento entumece sus piernas y agrieta sus mejillas cobrizas y arrugadas; entonces, con un extraño gesto que mezcla la rabia, la resignación y la costumbre, decide esperar la tibieza del Sol en absoluto silencio. Y pretende encontrar un rincón solitario que le sirva de parapeto contra el frío, ah, pero es tan difícil hallarlo en su reducido mundo bamboleante. Se levanta, da un par de pasos solamente. No hay espacio para grandes caminatas. El agua lo rodea todo, se filtra hasta en el último rincón.
Se sienta cerca de la orilla con el deseo de observar el perpetuo romance entre las esbeltas balsas de
totora y las aguas azul profundo de ese lago legendario que humedece el altiplano. De pronto, vuelven los pescadores: "pejerreyes" y "carachamas" son parte de su botín.
El hombre los mira, los saluda con un gesto desganadamente cordial, les comenta que antes había más especies en el lago y les enseña la red que repara en silencio. "Pronto estará lista", dice con una pizca de alegría... y los nudos rejuvenecidos salen de sus manos como las cuentas de un rosario. Alboroto momentáneo en la isla de los Uros. Chispa de inquietud por la llegada de los pescadores y el
arribo de un puñado de viajeros; entonces, los "hijos del lago" salen de sus chozas de totora. Los niños, mejillas sonrosadas, ojos vivaces, manitas ásperas, corretean por las islas; mientras las mujeres, trenzas azabache, pómulos prominentes, polleras y sombreros, ofertan y rematan sus tejidos multicolores. Sólo el hombre de la manta raída -me llamo Carlos Quispe- continúa enfrascado en el silencio y en su rutinaria espera del Sol. "Hace bastante frío", sentencia sin dejar de reparar la red, sin mirar a los recién llegados, sin hacerle caso a los niños que saltan a su lado. "Nuestra vida es muy difícil, pero seguimos aquí, como lo hicieron nuestros antepasados".El origen de este pueblo se perdió en los laberintos de la historia, pero se presume que descienden de los Pukinas, una de las comunidades más antiguas de América. Los Uros, que habitan en un archipiélago de 40 islas flotantes localizadas a 6 kilómetros del puerto de Puno y a 3,812 m.s.n.m, se consideran dueños del lago y del agua; además, dicen tener la sangre negra. "Somos kot-suña o pueblo del lago", proclama don Carlos, luego de explicar que sus islas no son naturales, sino que ellos mismos las han construido, en paciente, diestro e interminable entretejido de raíces de totora, hasta formar una capa llamada Khili, sobre la cual construyen sus rústicas chozas.
Con la experiencia de sus años -no le voy a decir cuántos son, pero son muchos- el hombre que repara las redes confiesa que su pueblo lucha por conservar sus tradiciones y que la totora, la pesca y la venta de artesanías, son sus principales fuentes de subsistencia.



ISLAS DE TOTORA


"Los individuos que componen esta comunidad flotante afirman ser los dueños de las aguas del Titicaca
"


Infinidad azulada. Latigazos de viento. Graznidos remotos. Cerros que se presumen en el horizonte. Lagrimeo esporádico de las nubes. Sol arisco en una mañana de brumas, en la que una rugiente y pundonorosa embarcación abre estrías en las aguas serenas del Titicaca o Puma de Piedra, el lago navegable más alto del mundo (3,809 m.s.n.m.). Atrás queda el puerto lacustre de Puno. Sus casas se achican, se encogen, se convierten en puntos devorados por el paisaje. Al frente está el Titicaca en toda su inmensidad: velas que se despliegan a lo lejos y se hinchan con el soplido del viento, nubes espesamente blancas agujereadas por afilados haces luminosos, islas brillantes como el oro.Desembarco en la isla Santa María. Banderitas peruanas, una escuela flotante, una balsa con rostro de felino, un ramillete de chozas de una sola habitación. Sensaciones extrañas en un lugar extraño: los pies que se hunden un poco, la "tierra" que bailotea al compás del Titicaca, el agua que se filtra entre las raíces entretejidas y amenaza con inundarlo todo."Nuestra vida no es fácil", asegura don Carlos, antes de darle la bienvenida al Sol y despedirse de su vieja manta. "Muchos de nosotros se van a Puno y vienen a la isla de cuando en cuando, pero yo siempre estoy aquí. Nunca he pensado en irme", y su voz es un hilo de tristeza que se rompe al contar que en febrero, durante la fiesta del carnaval, todos se mojan y juegan en el lago.Orgulloso de su pueblo, el hombre está convencido de que pasará el resto de su vida en la isla Santa María. Y todos los días esperará al Sol, a los pescadores, a los turistas bulliciosos que lo envuelven con destellos de plata y lo saludan con palabras enrevesadas. Y todos los días renegará del frío, de los males respiratorios, de la humedad, del reumatismo que ataca a los más viejos, de las redes que se rompen y de los "pejerreyes" y "carachamas" que ya no pican como antes... la isla desaparece en el horizonte. Don Carlos siempre estará en ella.

1 comentario:

  1. Qué bueno encontrar más información los Urus ... Espero encontrar mucho más si supieras de alguna leyenda de los Urus te estaría muy agradecido y gracias por compartir cultura ... Saludos espero tu respuesta

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