lunes, 5 de abril de 2010

EL FALLECIMIENTO 1


2. "Tukusiña": el fallecimiento
En el mundo aymara, los fallecimientos son posibles percibirlos antes de que ocurran, a
través de los presagios. Gracias a esta perceptibilidad se pueden describir y explicar estos
acontecimientos religiosos.
Al respecto hay una variedad de indicadores. Por ejemplo, la presencia de un gran número de
moscas en las habitaciones, el aullido del perro, el frecuente descanso del búho sobre el
techo: estos son presagios de la muerte de un familiar. El búho, como ave nocturna, pertenece
al manka pacha, el mundo oscuro de adentro, y es lógico que viene a avisar sobre la muerte.
Las visitas de algunas aves del lago, los "kota jamach´is", pronostican la muerte también,
porque dicen que vienen a llevarse el alma de las personas. Para evitar que se cumpla tal
presagio y para que no se muera ningún familiar, hay que ahuyentar a estos pájaros de mal
agüero. Otros presagios que se observan son: el comportamiento de las personas que van a
morir: si alguno de ellos se tropieza al caminar: cuando hace algo inusual, cuando actúa de
manera tan amable como en toda su vida no ha sido así. Es así como la persona misma
anuncia su muerte. Se cree que de todas maneras morirá.
Otra manera de presagiar la muerte es a través de los sueños. Cuando una persona en sueños
conduce un carro, cuando así ingresa y sale de una casa o cuando se sueña manipulando sal y
carne de un animal degollado, significa que alguno de la comunidad va morir. Algunas veces
pueden precisar también las personas que van a morir; por ejemplo, cuando pierde los dientes
en sueños: esto significa que uno de sus padres o de sus familiares cercanos va a morir.
Una persona puede llegar a presentir su muerte y reconocer los presagios de su próximo
fallecimiento. Por ejemplo, cuando se sueña con muertos conocidos o desconocidos. Por eso,
no es de extrañar que algunos anuncian y comunican su muerte a sus familiares. Inclusive
pueden reunirlos para darles por anticipado la herencia sobre la base de un testamento.
Otra manera de pronosticar la muerte, es recurriendo al diagnóstico del cuy, a través del cual
se determina la enfermedad de una persona o su eventual deceso. El procedimiento consiste
en observar los intestinos del animal: si éstos se presentan en forma de un collar o rosario, la
muerte será indudable y por lo tanto hay que prever todas las acciones necesarias para el
entierro. Una de las primeras tareas es visitar el templo o la capilla para prender velas.
Cuando se anuncia la muerte de una persona, es necesario preparar al paciente para la
defunción. Para eso se contrata un yatiri (un sabio) o un resiri (un orador) para que realice el
rito de la "t´akja" que es la separación simbólica entre la muerte y la vida. El objetivo de este
rito es ayudar a morir a la persona desahuciada. En estos casos algunas familias aprovechan
para reunir a los familiares que viven cerca, con la finalidad de perdonarse con el moribundo
antes de su muerte. Cuando ocurre la muerte, los familiares hacen oraciones y le piden al
moribundo para que diga: "¡Jesús, Jesús!".
En el caso, que la agonía del paciente continúe por varios días, se reunirá a todos los
familiares con la finalidad de que el desahuciado se perdone con alguno de ellos.
Coincidentemente ocurre que la persona fenece con tranquilidad, momentos después del
encuentro más esperado con el familiar más querido. Hasta la fecha no podemos explicar este
fenómeno con mayor juicio.
Los criterios para declarar muerta a una persona giran en torno a la percepción del latido del
corazón o la respiración o cuando el cuerpo sufre un proceso lento y progresivo de
enfriamiento. Consumado el hecho, se derraman las primeras lágrimas. En seguida los
familiares se vestirán con luto. Los varones generalmente usan un sombrero, poncho,
pantalón y chalina negros; las mujeres utilizan phullo (el velo andino), mantón y pollera
negros. Los hijos pueden vestirse igual o en todo caso utilizar cualquier vestidura negra. En
algunas comunidades la solidaridad se expresa en prestar ropa negra hasta los ocho días.
Seguidamente se confecciona el ataúd, pidiéndose este servicio a un aficionado en carpintería
que no sea pariente del finado. Si la familia es pudiente podrá comprarse el ataúd. En caso de
extrema pobreza y donde falta o escasea la madera, como en comunidades aisladas de altura,
simplemente se envolverá el cadáver en un chusi, una frazada, pero esta costumbre se
practica en muy pocas comunidades de altura. El fallecimiento conmueve y compromete
generalmente a toda la comunidad. Los comuneros asumen una serie de tareas con la única
finalidad de apoyar moral y materialmente a los familiares del muerto. La primera tarea de
los familiares es comunicar el fallecimiento a las autoridades de la comunidad. En algunos
casos éstos pueden intermediar para que la comunidad contribuya en los diferentes gastos que
con está ocasión realiza la familia. La respuesta solidaria es casi de inmediato. Este acto
solidario es común entre los comuneros de Urus Chulluni, donde están obligados a recolectar
la suma de 100 nuevos soles para ayudar a los dolientes. Posteriormente se extiende el aviso
a todos los amigos de la comunidad.
Los comuneros ni bien se enteran del fallecimiento se constituyen en casa del finado,
llevando consigo regalos _las apjatas_ consistentes en especies, bebidas y coca, y
ofreciéndose a asumir algunas responsabilidades conforme lo requieran las circunstancias.
Tales servicios son, por ejemplo, encargarse de lavar al muerto, ayudar en la cocina,
encargarse de los trámites legales, preparar el ambiente para el velorio, preparar las ofrendas
y orientar a los dolientes respecto a la secuencia de los diversos ritos que deben cumplirse en
honor al fallecido.
La responsabilidad del jefe de familia es convocar a todos los familiares del finado, con el fin
de conversar y tomar acuerdos respecto a los gastos que ocasionará el entierro. Asimismo se
hace un anticipo de cómo se distribuirán las pertenencias del finado. En adelanto de esta
herencia todos los familiares concertan en acopiar cuasi equitativamente diversos productos o
víveres que servirán para preparar los fiambres y las comidas. Esta costumbre es peculiar en
estas comunidades aymaras.
La siguiente tarea es contratar a una persona que no sea familiar, para que se encargue de
lavar el cuerpo del muerto. Para este fin se utiliza agua hervida con la yerba de romero o
simplemente agua con sal, lavatorio que se realiza para expurgar los pecados del muerto y
ayudar a conservar su cuerpo por los días que permanecerá en casa.
En algunas comunidades antiguamente se practicaba el estrangulamiento del muerto.
Actualmente esta costumbre se ha prohibido porque trae complicaciones legales. La
costumbre se realizaba con la finalidad de asegurar la muerte de las personas, o en todo caso
para evitar la expulsión del mal olor. Inclusive existía la costumbre de golpear con piedras al
muerto para que expulse los pecados. En aymara este acto se denomina "nakjañani kalampi".
La posición del muerto en el ataúd debe ser de cúbito dorsal, las manos sobre el vientre en
actitud de oración. Los ojos y la boca deben permanecer cerrados, ya que por ahí salió el
alma. Otras prácticas son las siguientes: hacer morder algún metal, para librarse de las
deudas. En la comunidad de Moya Pampa (Juli), las comuneras nos informaron que sus
abuelos acostumbraban, a hacer agarrar a su muerto una soga enlazada a una llama viva,
durante todo el día, hasta que se realice el sacrificio del animal, aproximadamente a las 5
p.m., o sea, poco antes de que se ponga el sol.
Este acto simbólico se realizaba creyendo que el alma debía ser acompañada por un animal
resistente y acostumbrado a resistir largas caminatas. El único animal con esas condiciones
sería la llama. Este animal debe estar cargado de un costal que contiene los víveres, bebidas,
herramientas, utensilios, enseres y objetos sagrados del difunto. Según la creencia de los
aymara, el finado utiliza estos elementos durante su viaje y en su residencia en el mundo de
los muertos. Se supone que tendrá que cocinarse, vestirse, trabajar, bailar, pastear, construir
su casa, cultivar, saciar su sed y otras actividades humanas acostumbradas.
Aproximadamente a las cuatro, o cinco, de la tarde se sacrificaba al animal. Su sangre se
ofrecía a la Pachamama para saciar su sed y para que ella acoja al muerto en sus entrañas.
Este acto se denomina "ch'alla", pero el término más correcto sería la "wilancha" que
significa: aspersión ritual de purificación con sangre. Menciono aquí una información
complementaria respecto a la percepción del hombre aymara sobre el origen y destino de los
humanos: un comunero de Chinchera con mucha firmeza decía que nosotros salimos
_"kkuñstanja"_ de las profundidades de la Santa Tierra y al morir regresamos a ella:
"k´uñuntjaraktanwa".
La ubicación del ataúd varía de comunidad en comunidad. Algunos lo colocan en el fondo de
un cuarto viejo, semi-arruinado, creyendo que así podrían evitar una próxima muerte. Otras
lo depositan en un cuarto nuevo, con la finalidad de conseguir una casa nueva en el
"alajpacha" _el mundo de arriba1_ y en otros casos lo ubican en la habitación que ocupaba el
finado. El área cercana al ataúd se cubre con tela negra y se pegan figuras que representan
calaveras y crucifijos. De igual manera se prenden velas y se ponen flores. El espacio libre
del cuarto se utiliza para extender algunas frazadas y cueros. Sobre éstos se deposita en una
inkuña _un pequeño lienzo ritual_ la coca y el alcohol. A la vez servirán las frazadas para
que las mujeres tomen asiento en un gran círculo alrededor de la inkuña. Los varones se
ubican en los asientos que se preparan con motivo de la vigilia. Durante la vigilia las
personas se dedican a conversar y comentar sobre la vida del muerto, recordando sus hechos
más importantes y valorando algunos de ellos como ejemplos para los amigos y los
familiares. Inclusive está permitido reírse sin ofender o sobrepasarse. En esta ocasión se
hacen presentes los familiares venidos de lejos y amigos con sus respectivos regalos, las
apjatas, que consisten en pisco y coca. Los varones están encargados de servir en dos copas
juntas las bebidas, conforme el principio dual aymara, y las mujeres se responsabilizan a
servir la coca en una inkuña.
En la mayoría de los casos la vigilia es toda la noche. Durante este tiempo se realizan
oraciones dirigidas por el resiri. Asimismo se comparten bebidas y hojas de coca.
Aproximadamente a las cuatro de la mañana o poco antes de la salida del sol se acostumbra
consumir un plato de caldo de cordero.

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